Don es un analista, quizás es un analista tradicional. Su cabello está prolijamente recortado, trabaja en una empresa mediana, aspira a tener su negocio, pero siempre se dice así mismo que no es el momento.
Don es un entusiasta de hablar con la gente sobre todo si se trata de sistemas, incluso más que el fútbol.
Él no piensa mucho en su edad, claro es joven, y tiene toda la energía para derrotar los demonios del mundo, sin embargo, hoy está más pensativo que de costumbre.
Hace varios años que hace análisis, pero ahora se presenta un reto, algo distinto.
No se trata de documentar lo que escucha, se trata de interpretar necesidades y problemas. Don reflexiona y sabe que siempre lo ha hecho, pero esta vez es diferente pues está consciente. Antes solo lo hacía.
El cliente parece no tener mucho tiempo y no tener muchas ganas de atenderlo, piensa que Don no lo entiende y se pregunta si hace bien en dedicar tanto tiempo. No duda de la capacidad de Don, duda de la utilidad de las reuniones.
El cliente tiene la sensación que Don se desvía del eje y por momentos cree entender que entiende hacia donde Don apunta.
Don sabe que el cliente está intranquilo, pero él está ocupado pensando en sus descubrimientos durante la entrevista.
Don se pregunta si servirá realizar una aclaración sobre lo que ve; o continuar adelante.
El cliente mira el reloj, Don lo decide, ya es tiempo de terminar la entrevista.